domingo, 11 de octubre de 2009

La vida


La otra vez reflexionaba que es lo que llamamos vida. A que punto hemos llegado para vivirla o dejarla de vivir, y si realmente la estamos aprovechando al máximo.

Hay quienes piensan que aprovechar la vida al máximo es llenarse de actividades, fiestas, cumpleaños, tées sociales, estar con las amigas, los amigos, la pareja, deporte, arte, todo lo que pueda llenar esos espacios vacíos que tantas veces nos confrontan y nos asustan.

Otros piensan en lo material, ir acumulando cosas, cual si de un juego se tratase. Mi carro, mi casa, mi otro carro, mis otras propiedades, ir... gastando y ahorrando, y volviéndose poco a poco, en un ente generador de monedas... más que en una persona que puede disfrutar su vida al máximo.

Existen quienes se limitan a vivirla porque tienen que hacerlo. Sin gusto por nada, obligados a estar atados a algo que no quieren, léase, trabajo, pareja, familia, profesión. La vida les fue dada de esa manera y por comodidad o por falta de valor, no se comprometen a soñar, ni a ver del otro lado de la cerca. Su mundo es un mundo gris, y exacto, no hay nada por que seguir adelante.

Y por último diría yo, la categoría de quienes viven las vidas de los demás y no la propia. Se pasan todo el día viendo que hicieron los demás para compararse o para querer tener lo que ellos tienen, pero se olvidan de vivir su propia existencia.

Creo en la vida como un regalo que nos fue dado, la que hay que vivir con balance. Disfrutando de todo lo que nos fue dado, sin caer en la esclavitud de el "querer tener" o el "querer ser". Fluir, y dejar fluir. Vivir y dejar vivir. Ser sabios con las finanzas pero no avaros. Ahorrar por lo que se quiere construir, sin caer en la mezquindad. Disfrutar tanto de un fin de semana en un caro resort de descanso, como de una tarde en el porche de la casa tomandose una limonada fría y riendo con quienes amamos.

Creo que la vida no es una atadura, ni una cruz que llevar. Que sí podemos ser felices, y encontrar en cada pequeño detalle del día una oportunidad para serlo. Escuchar la voz de nuestros amados, sentir bajo nuestros pies la grama fresca, oler las sábanas limpias cuando vamos a poner nuestra cabeza en la almohada. Sentir la respiración de nuestra pareja, perdernos como locos en los ojos claros y puros de nuestros hijos o simplemente besar la cabeza de un bebé con ese aroma característico que a todos nos encanta.

De nosotros depende como la vivamos, como la construyamos, como la vamos corrigiendo. He visto muchas personas que han dicho que si tuviesen una mansión, serían felices. Yo me he dado cuenta que las mansiones, son las casas menos habitadas por sus dueños... tienen tanto que no las disfrutan...

No nos pasemos la vida anhelando lo que no podemos tener, mejor dicho disfrutemos lo que tenemos y demos gracias a Dios por ello. No soñemos con imposibles, creemos realidades. No nos atemos por dinero o por conveniencia... la libertad tiene un precio, pero es preciosa y deliciosa... No vendamos nuestros ideales, dejemos espacios de silencio y de soledad para poder meditar y valorar cuanto tenemos. No nos llenemos de tanto ruido alrededor que no nos permita encontrarnos a nosotros mismos... y a la larga nos deje una sensación de vacío tremendo... No nos perdamos en el barullo de la gente... apartemos un momento, un lugar y busquemos dentro de nosotras lo que nos nos permite disfrutar... de este don... que es llamado vida.