jueves, 1 de abril de 2010

Rómpete

Existe y ha existido en mí que al romper las cosas, encuentro su esencia. Y no lo digo porque sea una destructora masiva, no... pero recuerdo aún cuando en aquella navidad, mis padres me regalaron aquella muñequita que arrullaba a su bebé... era linda, rubia, y cantaba nanas... o al menos salía musiquita de su pecho... Mi hermano, desarmador en mano me esperaba en el cuarto de servicio... habiendo adelantado su labor, me llamó y me dijo "encontré la musiquita", era una cajita, con un rodillo de metal y un peine de metal también, que al pasar por ciertos puntos, emitía "el duerme ya". Atrás de él, yacían los pedazos de la muñeca... pero habíamos encontrado su esencia, la fuente de la música...

Así he visto quebrar pistaccios, romper los tallos del cilantro para que suelte su aroma inconfundible y delicioso, romper... esa es la clave

Romper nuestras creencias aprendidas, quitarnos la caparazón, destruir los muros y encontrar nuestra esencia. No creernos todo lo que nos dicen. Ni seguir al rebaño.

Ayer escuchaba a mi hija Ana hablar del cine, y de como detrás de ella se hacían largas e interminables filas de niñas casi anoréxicas, todas vestidas con el mismo patrón, y hasta con el mismo tono de voz, hablando en un mismo idioma... ¡que aburrido! por que no romper con lo establecido para encontrarnos a nosotros mismos.

Romper significa, salir de nuestro encierro, y encontrarnos a nosotros mismos, no seguir lo que nos fue enseñado. No ver a las personas a través de las críticas de otros, romper es un término violento, y en algún momento sentiremos que nos estamos haciendo daño a nosotros mismos, pero no es así.

Creo que cuando el pollito sale del cascarón... o cuando nosotros al salir del vientre rompemos placenta... es un paso doloroso, que nos trae vida. Por que no romper con nuestros hábitos diarios, por que no doblar las estructuras que aprendimos mal aprendidas. Por que no dejar que el aroma a amor y misericordia fluya de nosotros.

Por qué no creer que somos hermosas, llenas de dones, y no los patitos feos que la sociedad nos ha inculcado. Por qué no creer que podemos subir montañas, alcanzar metas, que podemos soñar y ser felices.

Es tan difícil, romper nuestros hábitos de amar, despojarnos de tanto tabú y entregarnos a nuestra pareja, sin límites. Preferimos inventar orgasmos, y seguir el acompasado ritmo de quien nos está amando, a explotar en un frenesí de experiencias y pasiones.

Preferimos besar con la boca fruncida, preferimos darnos la vuelta y no entregarnos, preferimos no comprometernos a vivir la vida al máximo. Es más fácil seguir al rebaño. Es más fácil repetir la historia familiar por años y siglos. Es más fácil conformarnos a vivir anestesiados, en una probeta, en un tubo de ensayo... a romperla...

Preferimos tomar el puesto de padres amargados, a tirarnos al suelo y disfrutar de nuestros niños. Preferimos el grito y el regaño, a ser más reflexivos. Preferimos el golpe al diálogo, y así seguimos cultivando esa costra enmarañada que nuestros ancestros nos dejaron.

Romper significa dolor. Romper significa decisión. Romper significa tener el compromiso con nosotras mismas de abrazar nuestras vida, tomar la responsabilidad de las mismas y atenernos a las consecuencias de lo que la locura de la felicidad nos traiga.

Yo me estoy rompiendo día a día, y con ello siento el dulce sabor de la alegría. Siento el aroma de la libertad, siento el orgásmico sentimiento de ser yo quien lleve el timón de mi vida, de descubrir nuevos puertos, de oler flores desconocidas, de probar comidas inimaginables y de experimentar placeres ocultos por nuestros tabúes.

Romper un manojo de cilantro, desmenuzarlo con nuestras propias manos, y sentir al caer en el agua de la sopa, el fluir de sus aromas que nos eleva a un plano superior... nuestra nariz enloquece, nuestro estómago efervece por el deseo de probar ese suculento platillo, y las manos agradecidas se llenan de su savia deliciosa... Es así como deberíamos enfrentar la vida... es así... rompiéndola.