viernes, 28 de mayo de 2010

domingo, 9 de mayo de 2010

Madres...


Este es el día cuando existen las flores, cuando las cenas abundan, cuando los regalos transitan. Madres, las cuidadas, las descuidadas, las olvidadas.

Y... existen tipos de madres. Las abnegadas, las sacrificadas, las amadas, las idolatradas. Existen tipos de madres, las que fueron madres por que lo anhelaron, porque lo desearon, porque las obligaron, porque las violaron. Pero al final madres todas....

Existen tipos de nidos, los que acogen, los que aman, y protegen. Otros en cambio repelen, y hasta como duelen, destruyen. No se si a esta categoría se les podría llamar madres, donde habita el egoísmo, donde no se nombra el cariño donde todo es como una fría obligación.

Sea como sea, donde sea y en donde estemos ubicadas como madres, debemos reflexionar al día de hoy, que no existen hijos malos, que no nacieron torcidos, que no son fruto de la herencia del maldito padre... sino que consistió en nosotros moldear su camino y si no lo hicimos las consecuencias sufriremos.

A cualquier categoría que nos corresponda, tengamos el pelo canado, o aún oscurecido, o quizás nuestro hijo aun no haya nacido, debemos darnos cuenta de que los hijos no son accesorios, que no se utilizan, que no se manipulan, que no debemos castrarlos emocionalmente.

Somos águilas que debemos fortalecer las alas de nuestras crías. Somos halcones, leonas... debemos crear corazones corajudos, nobles, fuertes ante las tormentas. Somos bancos de respuestas, fuentes, pozos... sabiduría.

Triste la historia de la madre que hace que su hija repita la historia triste de su vida. Esa que no tiene un pecho para cobijar y consolar. Triste la historia de la madre que repele el abrazo y el amor de un hijo. Triste la historia que ve a su hijo como un medio de manutención más que de emoción, de amor inmenso...

Madres, ese título debemos ganárnoslo a fuerza de amor, de lucha... de perseverancia. Madres abnegadas si, pero no esas que nos pintan en las fotos, de rosas y claveles, abrazando al recien nacido. Madres que se rompen el pecho para que sus hijos beban de su sangre. Madres, esas que se quitan el pan de la boca por que sus hijos coman. Madres, esas que pasan las noches en vela porque sus hijos tengan un futuro. Las que no piensan que el futuro es corto, o que no existe, sino que hacen que sus hijos crean en sus sueños. Las que a pesar de estar golpeadas por la vida, amargadas o tristes, crian las criaturas más amorosas, las más esperanzadas, las más hermosas que van prodigando amor a manos llenas.

A todas las madres, que pueden llamarse madres en la extensión total de la palabra.. va mi saludo, mi homenaje... y mi venia en este día!

jueves, 6 de mayo de 2010

La Batalla

guerrera-1.jpg image by Cristibel

Perdida, silente, con las heridas abiertas, y la sangre a flor de piel. El dolor es inmenso, casi no se siente, y la mano pegada a la espada. La espalda destrozada por el peso de la carga, y la mente, casi anulada, no puede saborear las victorias.

Añorando los tiempos de paz, extrañando los tiempos de bonanza. Esto es la guerra, y lo que pasó una batalla, y así se da la vida en intervalos. Solo los valientes arrebatan los sueños. Solo los valientes se ganan el derecho a vivir.

Con costras, cicatrices, marcas del pasado, que fortalecen, que nos marcan la senda a no seguir. Por ahi no volver a pasar, por ahi, no acercar el pie. Enfrentando los gigantes que se acercan uno a uno a destruirnos. Obteniendo los botines y disfrutándolos aun con la sangre en nuestros labios.

No dejarnos vencer, arremeter contra todo, empujar con el cuerpo, con el alma, con la mente y si es posible, arrancar con las uñas... y dientes. Asi es la vida, y así tenemos que vivirla. Quienes buscan un plácido mar, con una hamaca y una orilla... y la música de los grillos en sus orejas, no han aprendido que vivir es batallar. Que la paz se alcanza, cuando se ganan las guerras. Que el amor se obtiene, a través de la lucha por los sueños. Que los sueños son el motor impulsor de nuestros pies y nuestras manos. Que solo los valientes... pueden arrebatarlos.

Y sin embargo, el cansancio es infinito... y en el oscuro manto de la noche, la rutina vuelve a ser la misma... agua caliente para sanar las heridas, hilo y aguja para coser los tajos de la vida, bálsamo para el dolor de huesos del alma... vendas, para cubrirnos de la cruel enfermedad de la pasividad y el conformismo... y la espada, reluciente... invitándonos a alcanzar otro sueño.

Lorena.06.05.10

martes, 4 de mayo de 2010

La Esclavitud


Nos dejamos atar con cadenas viejas, con cadenas nuevas, pero al fin del cabo son cadenas que nos hacen esclavos. Y es increíble como vamos dejando de ser nosotros mismos para convertirnos en seres sin color... tristes y apacibles, ante el avasallamiento de quien suele ser nuestro amo.

La vida nos fue dada con un set de colores, con un set de partecitas que van haciendo de cada momento o cada evento, algo especial. Vamos transformando nuestros palitos y trocitos en edificios y vamos formando uno a uno nuestros sueños y viendo como se transforman en realidad.

Es aquí cuando tenemos que usar nuestra visión. No podemos dar por descontado que las cosas tienen que suceder y ya. Ser conscientes y atentos ante todo nos da la profundidad de las cosas. ¿Qué me sucederá al asociarme con esta u otra persona, o al emprender determinado evento? No que seamos personas controladoras, pero si que podamos elegir nuestro propio camino, y guardar el YO.

He visto vidas derrumbarse tras las cadenas de una esclavitud silente. Imposición, deberes, culpa, llámese como quiera a la excusa de la dependencia de otra persona. Como que fuese nuestro último puerto, nuestra última salida. Cuando tenemos tanto por dar y vivir, y no nos damos cuenta de ello.

Perdemos el ritmo, callamos los cantos, oscurecemos las estrellas de nuestra propia vida, al querer vivir bajo el tormento de los fantasmas de los otros. Debemos tener nuestro propio tambor, llevar nuestro propio ritmo y al final, si la cantamos mal, será nuestra melodía entonada con nuestra propia voz.

Soltemos las cadenas de lo habitual. Destruyamos lo yugos de lo que "debe ser". Oxidemos los grilletes de la "sociedad y su establishment". Al final, los que morimos o vivimos somos nosotros y a nadie le importa como terminará nuestra historia. Los que sufrimos o gozamos fuimos nosotros. Y nuestros "amos", al nosotros liberarnos... buscarán otros esclavos, que estén dispuestos a arruinar sus vidas, junto a ellos.

Lore.04.05.10

domingo, 2 de mayo de 2010

Las pérdidas... y lo vivido


Vivir al máximo debería ser nuestro lema. Exprimir cada momento que experimentamos, sacarle el jugo a las experiencias, y poder al mismo tiempo obtener una lección de vida. A la vuelta de la esquina de nuestras vidas nos encontramos seres maravillosos que aportan tanto a nuestro existir. Vivimos de la noche a la mañana verdaderos huracanes, que dejan nuestras vidas trastocadas, y cambiadas. En un instante llega alguien a transformar tus días, tus minutos y tus horas.

Y mientras pasamos por estas maravillosas experiencias todo es emoción y diversión. La alegría nos embarga, la dicha de vivir las situaciones nos hace olvidar que cada una de ellas tiene un final. Amargo o feliz, deberá llegar a su fin. Muchas veces el final, se convierte en pérdida, y en lugar de permitir a la felicidad embargarnos por cuanto vivimos, se nos convierte en una pesada carga de la cual no nos podemos soltar. Surge entonces la pregunta, ¿Cómo enfrentar las pérdidas? Mi respuesta es sencilla: habiéndolo vivido al máximo. Sin más ni más, al entregar lo mejor de nosotros, a lo que se esté dando o esté sucediendo, es la protección segura de sentirte satisfecha ante la partida del evento o la persona que a partir de ese momento se convertirá seguramente en un dulce recuerdo.

La vida es un rosario, es un collar de perlas, y cada una de ellas es un dulce recuerdo vivido, y en algunas ocasiones, los momentos amargos. El momento de la pérdida es doloroso, si. Pero pocos reflexionamos, en la bendición que fue vivir lo maravilloso que vivimos. Lo maravilloso que fue experimentar lo que experimentamos. Y cuanto nos ha hecho crecer, sentirnos como nos sentimos. Vivir al máximo y dar lo mejor. Luego... las pérdidas se convierten en ganancia.