lunes, 28 de junio de 2010

Ana: a tus 18 años...


Hace 18 años me estrené como madre. Y tu te estrenaste como ser humano. Ninguna de las dos conocía a lo que nos enfrentaríamos. Los momentos dulces que hemos vivido, las aventuras en las que nos hemos metido, y el dolor de la separación que por un tiempo nos tuvo alejadas.

Hoy veo hacia atrás y la película de tu vida me recorre sin dudar la mente, tus inicios, cuando me pusieron en los brazos ese pedacito de carne con el que no sabía que iba a hacer. No me prepararon para la tarea, era para mi todo nuevo y todo incierto... me costaba hasta pensar que un viento inoportuno te diera un resfriado... tu primer resfriado y no sabía que hacer. Quizás por eso las enfermeras en el hospital me miraban con cara de verdugo... yo no podía explicarles que era tanto lo que me había costado traerte al mundo, que ahora no podía exponerte ni siquiera al viento que hacía esos fríos y húmedos días del mes de junio... julio... que fueron tus primeros... y los míos.

Luego vinieron tus primeros... tus primeros llantos... tus primeros dientes... tus primeros escaldos... tus primeros baños... tus primeros cólicos... tus primeras palabras! tus primeros pasos! tus primeras travesuras... uffffffffffff... tu primer día de escuela... tu primera pelea!!!! cada uno de ellos algo que marcó mi vida, que me lo disfruté tanto... en medio de la vida tan difícil, me los disfruté.

Luego tus colores... tus dibujos, tus genialidades, estabas creciendo y madurando con cada paso que dabas... siempre tuve la certeza que eras una niña diferente. Tu corazón calmo y hermoso me dio testimonio de ello... sin necesidad de moldearte a la antigua... tan entendida, tan inteligente...

Tus amores de caricatura... tus ilusiones y sueños que con el tiempo han madurado en metas y objetivos... tu destreza con los lápices y pinceles... tu destacar... tu liderazgo.

Hoy nacemos las dos de nuevo... a un mundo nuevo... tu madurez, tu despertar a la vida... tu poner en práctica los sueños... y es que contigo todo es nuevo... otra vez, y empezaremos de nuevo la cuenta de los primeros... el primer amor... el primer día en la universidad... el primer beso... el primer triunfo laboral... el primer sueldo... el primer hijo...

Ana, amor mío... todo se dará. Todo lo que está en tu alma, se convertirá en realidad. Créeme lo que te digo. Estás hecha para alcanzar... y triunfar! Por y para eso veniste al mundo... a plasmar tu huella... y a dejar un halo de estrellitas tras de ti... como siempre lo has hecho.

Yo no seré la mejor madre del mundo, pero si soy la madre de una de las mejores hijas. Contigo a mi lado todo ha sido maravilloso. Y no estoy siendo zalamera. Es simple, contigo me estrené en la vida, y cada etapa que pasa es un estreno nuevo. No hay nada monótono, ni pausado. Contigo siempre hay primeras veces cada día.

Que ahora que cumples tus dieciocho años y alcanzas la mayoría de edad, sepas... que aunque ya eres un adulto... esta mujer que Dios puso a tu lado, te ama inmensamente y procurará que tus sueños lleven alas y se concreten. Esa es mi labor a tu lado... y tambien amarte eternamente.

(Te escribí esto con dos dias de anticipación a tu cumpleaños, porque quiero que lo leas detenidamente y lo guardes en tu alma... te amo)

martes, 1 de junio de 2010

Querer más la vida

Enfrentar la muerte, hace querer más la vida. Es algo contradictorio, pero hay lecciones que se aprenden derramando lágrimas. Cuando ves apagarse una vida en plena flor, y más la vida de alguien que jamás le hizo nada a nadie, sino que al contrario, fue un hombre cabal, es cuando empiezas a reflexionar sobre tu propia vida.

O al menos eso me sucedió a mi, en estos días. Cada minuto que tenemos es una maravillosa oportunidad para disfrutar. En mi caso a mi hija, a mis padres, a mis hermanos. Porque no sabemos si mañana les podremos volver a ver, o ellos nos verán a nosotros. Y cada burbuja de momentos vividos y convividos, debe llevar en si el aroma y el sabor de la alegría y la felicidad.

Que triste pasar la vida por pasarla. O dejarla ir. Hoy comiendo un emparedado hecho por mi madre, cerraba los ojos y saboreaba su obra de arte. Y me sentí una niña de nuevo, sentada a la mesa familiar. Retrocedí tanto al cerrar los ojos que mi alma se sintió confortada. Estaba en casa, estaba segura. Nadie podría hacerme daño. Siento lo mismo cuando estrecho la mano de mi padre.

Sensaciones recurrentes que envuelven nuestra vida, y nos dan aliento para dar ese paso, que quizás ya no tengamos aliento para dar. Cuando todo se ha caído delante de nosotros y no queremos levantar la vista... cuando allá fuera brilla el sol pero para nosotros es de noche.

Enfrentar la muerte de un amigo, me hizo ver lo hermoso que es vivir en libertad. Me hizo repasar los clavos que atan mis alas para que pueda volar, y empecé a elucubrar la forma de quitar esos clavos para poder soltar amarras.+

Enfrentar lo oscuro de la partida, me hizo querer aferrarme más a los colores y sabores, y aromas de esta vida terrenal. Que no es sino un momento. Un minuto, insignificante, que se va y se pasea delante de nuestras narices, sin siquiera darnos cuenta.