Sus ojos huían y esquivaban el límpido reflejo del espejo... no le quería ver, era como un monstruo, una pesadilla, el peine corría rápido por la cabellera frondosa y el rostro se quedaba viudo de maquillaje, como ausente... la palidez y la austeridad cubrían el velo de su mirar... y no se podía contener un solo segundo frente a frente...
Era enfrentar su gigante... era como aseverar todas las voces que a diario opinaban, que a diario le rechazaban... era dar un sí, aceptar que no encajaba en el standard de la gente... y se cubría de verguenza, y de pesar... sus cejas cayeron y su mirada pesaba más que el plomo... su frente nunca conoció lo que era erguirse y los ojos, se cerraban lo más posible...
De pronto un rayo de sol, interrumpió en la habitación. Una mañana cuando los pájaros trinaban, y las flores despedían un inusual y delicioso aroma. De pronto vio asomarse entre el reflejo y el sueño recién despejado, un par de ojos cafés, tan hermosos... que causaron conmoción en todo su ser. Pestañas onduladas y una catarata de negro cabello que le proporcionaba el marco perfecto a esa obra de arte... tímidamente se fue asomando la sonrisa, y los segundos pasaban, y de dos se transformaron en cinco, y de cinco... se fueron volviendo minutos...
Las manos emprendieron la jornada, de zurcar cada facción que se encontraban. Hermosas curvas insinuantes, labios tan carnosos y frescos como las más codiciada fruta. Y sus cejas recobraron la vida, y al levantar la cabeza, irguió la frente, como nunca antes.
Estaba frente a ella... y la aceptó, el odio se transformó en amor, y a partir de ese día, su corazón cambió... de dos segundos se transformaron en cinco... y de cinco... se fueron volviendo minutos, para poder reconocer... para apagar las voces... para entender que aceptándose a si misma... el espejo y ella ya no eran enemigos.